Ya no puedes volver atrás (sobre alcanzar objetivos)

Empiezas a caminar a lo tonto. Sin más. Sin rumbo ni dirección. Simplemente te pones en marcha. Aceptas el juego.

Y cuando ya llevas un rato caminando ves, a lo lejos, un gran objetivo.

No sé, aprender un idioma, tener éxito en un proyecto, superar retos espirituales, iniciar una nueva carrera, construir una relación sana y nutritiva…dejar atrás una adicción…

Entonces, a priori, pueden pasar dos cosas:

– O que desistas antes de empezar por que lo ves muy lejos, imposible,

– O que decidas dar pasos en esa dirección.

Si te rindes antes de empezar, no pasa nada. Simplemente, no paladearás el sabor del triunfo. No saborearás la satisfacción de superarte, de vencerte, de transformarte en lo que sueñas ser. 

De convertirte en esa persona exitosa o con talento o guapísima que se cruza en la calle contigo cuando estás de vacaciones fantaseando con que tu también perteneces al selecto club de los triunfadores. 

Pero, cuando se pasa la semana o la quincena de ensoñación, la realidad te golpea en la cara diciéndote que sigues estando en el mismo sitio. Que sigues siendo el mismo.

Vale, la otra opción, es caminar hacia tu objetivo.

No eres consciente de lo que implica esa decisión. Avanzas alegremente con las primeras lecciones. Con la fuerza que da el entusiasmo inicial.

Además, puede que lo primero resulte fácil. Pero hay un momento, donde el avance se hace más lento. Más dificultad. Terreno ignoto. Burocracia insufrible. 

Es un momento que echa para atrás a muchas personas. Que regresarán a la casilla de salida para dejar de jugar.

Si superas esta primera adversidad, de repente te encontrarás en medio del mar. Tan lejos del punto de partida como de la isla a la que quieres llegar

Otro momento de gran duda.

Si vuelves, tienes que deshacer todo el andamiaje que habías construido. Mucho esfuerzo para nada. Si sigues, te espera una larga travesía.

Si avanzas desde ahí, entras en el punto de no retorno. La única salida es avanzar. Estás más cerca de la meta que del punto de partida. Pero esto no significa que vaya a ser fácil. Todavía queda un océano entre tu y tu final feliz.

Y da miedo.

Da mucho respeto ver tu pequeñez ante tamaño desafío.

Ten en cuenta que no puedes mantener el ritmo del principio todo el tiempo. Te cansarás. En algunos momentos estarás exhausto. Si fuerzas la máquina no llegas.

Te ahogas.

Tienes que bajar revoluciones y avanzar despacio. Porque cuando atravieses el tedioso mar de los sargazos viene la última etapa. La más dura. La que te lleva a tocar la línea de meta.

En esta última fase, se ve el objetivo al alcance de la mano. Pero en este momento es cuando el oleaje golpea con más ímpetu. Tus fuerzas están mermadas. Tus recursos iniciales abandonados a su suerte en aquella lejana orilla. 

Y, no sé por qué, hay fuerzas que no quieren que triunfes y te lo pondrán difícil, sobre todo al final, cuando estás a punto de lograrlo.

Atravesar la esfinge que te dice que no, que no era para ti. Que te has venido arriba y que debes volver atrás. Pero ya no puedes retroceder.

Y toda la fuerza de voluntad que has alimentado durante la travesía. Todo el valor que ha crecido en tu interior al superar tantísimos retos, se rebelan ante el último obstáculo y lo destrozan alzando la mano y escalando lo últimos peldaños.

Te adueñas de tu isla con pleno derecho y un grito salvaje brota espontáneo de tu pecho: sí..!!!

Lo he logrado. Lo merezco. Es mío. Sabía que podía, sabía que era merecedor, sí…!!!

Y después de sentir en tu corazón la grandeza de saber que puedes. Que si te lo propones, lo consigues.

Regresas por el camino fácil. Todo está hecho.

De vuelta a tu casa estás en paz. Lo has logrado. Y ya no importa vivir con aires de éxito o vivir humildemente. Te da igual. No hay comparaciones. Lo que necesitas lo llevas dentro y lo puedes activar cuando quieras.

Haces lo adecuado en cada momento.

Ya no dudas.

Ya no luchas más.

Solo vives con la satisfacción del deber cumplido y con la mirada cómplice que adivinas en los demás triunfadores, triunfadoras, que se han vencido a si mismos para llegar a ser Sí Mismos.

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5 respuestas

  1. Un día te despiertas y te das cuenta. Tu vida no tiene sentido más allá de lo rutinario y necesitas buscar dentro lo que no encuentras fuera.
    A partir de ahí empieza el recorrido por territorios no explorados. Un camino que se hace interminable, lleno de baches y espinas. Pero sientes que no hay otro camino. Todo el pasado emerge y ves lo que nunca quisiste ver. sientes lo que nunca quisiste sentir. todo aflora. También la alegría y la paz que embargan el corazón cuando vas afrontando, comprendiendo, perdonando. a ti y a los demás.
    Al final todo te lleva a una conexión profunda contigo misma y con lo quien realmente eres. Has llegado a casa!!!!!!

  2. Milesker opari eder honengatik. ni……………..»años luz» bezala nago zuk esaten duzunaz, baina firme nago niretzat ona dena egiteaz……..hortaz………prest aurkitzen naiz aurrera joateko pausuak emateko

    Bihotzez mila mila mla esker guzti hau partekatzeagatik, eta hobetzeko aukera emateagatik

    Bego

  3. Tal cual lo describes lo he sentido yo. Creo que ya estoy en el camino de ser yo misma y el camino aunque a veces difícil empieza a ser cada vez más satisfactorio. Namaste.

  4. Me gusta en particular la descripción de lo que pasa cuando logras tu meta. Saber administrar el éxito. Se te puede atragantar, como describes en este otro texto que publicaste en abril:
    «Miré de nuevo al “gran yogui” y vi una persona asustada. Aferrada a sus logros y con una necesidad tremenda de marcar las distancias. Mucha tensión, mucha rabia acumulada. Mucha carencia y varias actitudes inconfesables en su mundo interno. Represión hacia sí y hacia los demás.

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Omkar Carabia

Director de Amari Yoga

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