Subimos cogidos de la mano,
desde Zudaire hasta las colinas de Aiola.
Su sonrisa escondía la belleza de todo el valle.
Su pelo, el viento de la sierra.
Y su mirada la sensualidad de esas tierras
de talle moldeado por el arado de los siglos.
Olía a tomillo con chispa de espuelilla violeta.
Y vino el beso.
Que desnudó su torso.
Y sus pechos menudos, más dulces que el azafrán de Bealar,
se estremecieron con el sigiloso aire del bosque que nos cobijaba.
Entrar en sus profundidades era como hacer el amor
con toda la montaña, con todo el valle y todos sus pueblos.
Urbasa entera participaba del juego suave de los amantes.
Nos amamos de día y de noche al ritmo que marcó el rio.
El Urederra embestía despacio, sinuoso, constante
mientras el amor se cocía a fuego lento.
Tras muchas horas medidas no por minutos, sino por besos,
el calor creció incontenible.
El fuego acabó prendiendo por fricción.
Y, convertidos en llama, aullamos nuestro gozo.
A través de ella amé a toda la Tierra.
Y ella amó sin condiciones el cielo al que la llevaba.
Las galaxias se cruzaron sin desviar nuestra órbita.
Nuestros cuerpos desnudos de carne,
Almas surcando el Cosmos,
se fundieron en un solo espíritu.
Y amándonos tan dentro explotó un
Amor más grande que cubrió los planetas.
Y quedó preñada de tanto amar.
Y parió galaxias donde no cabía el mal.
Lo perverso, lo sucio, lo feo.
La mentira, el engaño, lo falso.
La crueldad, el cinismo, el egoísmo.
Se quemaron por completo en esa hoguera apasionada
Que encendieron dos cuerpos.
Almas ardiendo.
Llamas verdes, azules, doradas
que sacaron fuera todo lo que amor no era.
Y el Bang se hizo minúsculo, pequeño, entrañable.
El universo se contuvo en un silencio de negra.
Y el Big, con ganas de jugar, pinchó al Bang atónito
para que todo empezara de nuevo.
Y regó los universos con un vino joven
para olvidar las penurias de las edades
Y dar paso a una nueva vida digna de tal nombre.
Y la Luz fue.
La música la siguió
Y las formas de vida que fuimos castigadas
en un pasado de incomprensión y locura,
salimos, por fin, de la pesadilla.
Para abrazar y amar sin prisa
lo que siempre estuvo y no supimos ver.
Omkar Carabia 20 de febrero de 2024