El traje

 

Lo enterraron con su único traje. Ese traje solitario y gris con el que acudió a otros entierros, bodas y bautizos. El único traje que tienen en el armario las personas humildes y que se lo ponen año tras año, en cualquier acontecimiento social.

Y que ya no pega porque es un modelo antiguo.

Y ahora se llevan otras cosas.

Es el traje de quien no tiene otro. De quien no acostumbra a usarlo. De quien sabe de alpargatas más que de nudos de corbata. Un único traje que expone tu pobreza aunque sea símbolo de abundancia.

El traje de los días de fiesta, de domingos soleados y de ir a firmar al notario.

El traje, solitario en su armario, con su corbata descolorida por el peso de la tristeza. Con algunos remiendos en los bolsillos donde metías las monedas. Y con agujeritos en el dobladillo de pisarlo con el tacón del zapato negro que siempre lo acompañó.

Ahora te vas con él. Quien te iba a decir que acabaría siendo tu amigo fiel, compartiendo tu soledad hasta el último suspiro.

Quien podía imaginar que te irías dentro de esa tela raída por las estrecheces que tuviste que pasar. De rozar la prosperidad y, como siempre, quedarte enganchado antes de llegar.

El traje del pobre acentúa su miseria. Porque sólo tiene uno. Y es para siempre. Y cuando el trajeado de oficio lo ve, se crece en su Gucci resplandeciente.

Tu no estabas cómodo en él. En realidad preferías la camisa de cuadros o la camiseta con bolsillo a la izquierda. Pero cuando te lo ponías sonaban campanillas y parecía que lo habías conseguido. Que eras uno más de la alta sociedad.

Y, ay…pobre de ti, los ricos no son ricos por que tengan mucho, sino porque piensan distinto. Porque saben cosas que tú no sabes.

Y ahora te vas con él, con tu único traje. Con el que celebraste bodas, bautizos, comuniones, funerales y la firma de tu primera y única hipoteca.

Y os vais juntos. Compartiendo soledades. Con los recuerdos más tristes guardados en los bolsillos. Con las ilusiones truncadas por el muro que no te dejó pasar. Ese, por el que sólo pasan los que saben dónde está la llave.

Y te vas sin grandes alardes. Con el silencio y la resignación de lo inevitable. Sin haber conseguido pasar de pantalla por puro no saber.

Ya se sabe que la ignorancia les interesa a algunos, para poder hacer de las suyas.

Pero que pocos se atreven a empuñar un libro.

Ahora tu traje y tu os fundís en uno solo. Desaparecéis juntos. Pero, cuando atravieses el túnel de la luz,

Salta…

Entra desnudo en ese espacio de grandeza. Corre salvaje, lame tus heridas y disponte para ir, de nuevo, a la casilla de salida.

Una partida se acaba, y la siguiente, te da otra oportunidad.

Descansa lo que necesites, que pronto, vuelves a empezar.

Omkar 19 de mayo de 2022

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Omkar Carabia

Director de Amari Yoga

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